En mi opinión
es un mito la idea de supuestos “dictadores buenos”. La historia nos enseña que todos los
dictadores son cortados por la misma tijera. Sus regimenes llevan a la persecución, la censura, la perpetuidad en el poder de un caudillo, el personalismo y el asesinato de cientos de miles de seres humanos. Rechazo toda forma de
dictadura, sea de izquierda o de derecha. Todas las dictaduras gravitan en lo
mismo: aplastar al diferente.
No obstante,
desde el punto de vista historico, es importante entender las circunstancias que
rodean un evento determinado. En el caso Chileno, la historia del golpe de
estado en Chile de septiembre 11 de 1973 ha sido contada casi siempre desde la perspectiva
de la izquierda. En la memoria histórica quedó el famoso documental de 3 partes
‘La Batalla de Chile’ que ofrece una de las perspectivas más influyentes de la izquierda
Chilena sobre el golpe de estado.
Como démocrata rechazo los crimenes cometidos por el dictador Augusto Pinochet y manifiesto mi postura contraria a toda forma de régimen dictatorial, sin importar sus metas, su color ideologico, sus logros o desastres. El fin no justifica los medios y eso se aplica tanto a las dictaduras de la izquierda como a las dictaduras de la derecha, sin importar el disfraz que utilicen (sea revolución, golpe, motivos nacionalistas, socialistas, religiosos, convervadores, etc).
Independientemente de las diversas opiniones que existan en este tema, de una u otra postura, para los pensadores independientes, es importante entender la historia desde todas las perspectivas posibles. Entiendo que Pinochet, como todo personaje historico representó cosas diferentes para mucha gente. Chile se polarizó desde la llegada de Allende al poder y la implementación de un tipo de gobierno Marxista que posterior a la visita de Fidel Castro a ese país y otros eventos internos motivó que muchos sectores del gobierno de Allende se radicalizaran. Luego el país se fragmentó más aún cuando Pinochet dio el golpe de estado que fue apoyado por la mitad del país y condenado por la otra mitad. La izquierda lo presentó como el gran villano y no hay duda que como dictador Pinochet fue responsable del asesinato y la desaparición de miles de chilenos. Para los anti-comunistas en la Unión Soviética y otros países del campo socialista, Pinochet era visto como héroe que habia levantado a Chile del desastre economico Marxista. En una encuesta hecha a los soviéticos años después de la caida del comunismo estos dijeron en mas de un 80% que los personajes que mas admiraron del occidente durante la Guerra Fria fueron Ronald Reagan (porque entendía la mente soviética) y Augusto Pinochet.
Independientemente de las diversas opiniones que existan en este tema, de una u otra postura, para los pensadores independientes, es importante entender la historia desde todas las perspectivas posibles. Entiendo que Pinochet, como todo personaje historico representó cosas diferentes para mucha gente. Chile se polarizó desde la llegada de Allende al poder y la implementación de un tipo de gobierno Marxista que posterior a la visita de Fidel Castro a ese país y otros eventos internos motivó que muchos sectores del gobierno de Allende se radicalizaran. Luego el país se fragmentó más aún cuando Pinochet dio el golpe de estado que fue apoyado por la mitad del país y condenado por la otra mitad. La izquierda lo presentó como el gran villano y no hay duda que como dictador Pinochet fue responsable del asesinato y la desaparición de miles de chilenos. Para los anti-comunistas en la Unión Soviética y otros países del campo socialista, Pinochet era visto como héroe que habia levantado a Chile del desastre economico Marxista. En una encuesta hecha a los soviéticos años después de la caida del comunismo estos dijeron en mas de un 80% que los personajes que mas admiraron del occidente durante la Guerra Fria fueron Ronald Reagan (porque entendía la mente soviética) y Augusto Pinochet.
Este interesante
artículo del catedrático chileno Víctor Farias analiza la infiltración
comunista en el gobierno de Salvador Allende. En especial examina la influencia del Partido Comunista, los
sectores extremistas del MIR y la KGB soviética en la infiltración del ejército
Chileno durante la era del primer gobierno Marxista democráticamente electo en
la historia de América Latina.
Los
izquierdistas siempre han repudiado la influencia de la CIA en el golpe de
Pinochet.
¿Pero que ahí
de la influencia soviética?
¿Hubiera
habido golpe en Chile de no haber intervenido Pinochet?
La
respuesta es que en el Chile de 1973 el golpe de estado estaba latente, era una
iniciativa a llevar a cabo, tanto de la izquierda como la derecha.
Victor Farias
revela varios aspectos interesantes en su artículo:
1- Los
sectores mas extremistas del régimen de Allende, que proponían usar la
violencia por encima de la constitución e imponerse en el poder, planeaban “un
auto golpe revolucionario contra el propio Salvador Allende que era visto por
el ala radical como un moderado constitucionalista”. Por lo tanto, de no haber
habido golpe de Pinochet, hubiera habido golpe de la izquierda misma.
2- La Unión
Soviética mediante su General encargado de Latinoamérica Nikolai Leonov con el
apoyo de Leonid Breshnev y Alexei Kossigyn, presidente del Consejo de Ministros
envió una caravana de barcos al régimen de Allende con tanques modernos,
lanzacohetes, lanzallamas, helicópteros, misiles anti tanques a través de Libia
y Perú, para evitar que cayeran en manos del ejercito de Chile y de los Estados
Unidos.
3- Chile
estaba destinada a convertirse en otro objeto de chantaje atómico como lo había
sido Cuba durante la crisis de los misiles.
4- El General en Jefe del Ejercito Chileno, Carlos
Prats, fue convertido al Marxismo por Allende. Lo apodaban en los círculos
partidistas de Allende “Camarada General Prats”
5- La inteligencia militar chilena captó una
llamada del General Prats donde este hablaba con la cúpula del MIR para usar
las armas soviéticas que les habían sido entregadas. Esta llamada fue conocida
por Pinochet.
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Fidel Castro junto a Salvador Allende en visita Chile. 30 de nov de 1971. Foto AP/El Nuevo Herald |
Salvador Allende junto a Augusto Pinochet durante ceremonia donde Pinochet es nombrado Jefe del Ejercito Chileno el 23 de agosto de 1973. Foto AP/El Nuevo Herald |
El cádaver de Allende envuelto en en un poncho es sacado por policias y bomberos del Palacio de la Moneda el 11 de septiembre de 1973. Foto AP/El Nuevo Herald |
Infiltración marxista en el ejército enciende alarmas en Chile
Victor Farias/Especial para El Nuevo Herald
Santiago de Chile -- Hasta mediados de 1972, solamente la Armada había sentido en carne propia y del modo más duro, el peligro de una sistemática y agresiva infiltración marxista entre sus soldados. En general la infiltración busca articular el sector extremista de las tropas a las masas obrero-campesinas dándoles una vanguardia extraordinariamente cohesionada y de enorme potencial de fuego.
En un inicio la Armada, en especial su comandante en jefe, el almirante José Toribio Merino, enfrentaron con decisión el problema, pero quedaron por un tiempo en el rol de solitarios predecesores de la rebelión. El Ejército, la fuerza decisiva en tales casos vacilaba.
Ya antes del control allendista del gobierno, su general en Jefe, René Schneider, había sido asesinado por extremistas de derecha buscando un levantamiento general para impedir que Allende asumiera el poder. El mismo general Augusto Pinochet se contaba entre los “constitucionalistas” más bien neutrales y respetuosos de la secular tradición de las Fuerza Armadas chilenas.
Pero ya en 1972, ante todo el Partido Comunista, con la ayuda de los célebres Servicios de Inteligencia de la Unión Soviética (KGB) y la Alemania comunista, habían iniciado su trabajo. Su mayor logro, también con la mediación de Fidel Castro, fue acercar notablemente al general en jefe del Ejército, general Carlos Prats, al Partido Comunista y la más radical “defensa” del gobierno de Allende.
Aprovechándose de la necesidad objetiva de reforzar las fuerzas militares en el límite con Perú y ante la negativa de Estados Unidos de vender armas al gobierno de Allende, una oferta masiva y generosa de la Unión Soviética terminó por abrir las compuertas.
LA CONVERSION DE PRATS
La empatía de Carlos Prats con el reformismo allendista se convirtió velozmente en entusiasmo por el comunismo marxista. “Envíenme rápidamente un buen profesor de marxismo-leninismo para el general Carlos Prats”, le pedía Salvador Allende al líder comunista alemán Erich Honecker y a sus camaradas.
Prats (desde entonces “el Camarada General Prats” en la nomenclatura partidaria), devino un converso extremista: “El general Prats se adelanta y propone sacar millones de obreros a las calles provistos con cintos rojos en el brazo a fin de aterrorizar a los reaccionarios”, indica un informe confidencia de la Alemania Oriental de 1973.
Con ello Prats comenzó a sobrepasar el reformismo allendista, su mediocre capacidad de conducción política y sus “ vacilaciones de pequeño burgués”, por lo que la cúpula pensó, poco antes de septiembre, en ponerlo en lugar de Allende en un autogolpe revolucionario de los soldados “patriotas”.
Prats partió a la Unión Soviética en marzo en un viaje encubierto (declarado como visita oficial y técnica). Pese a las reservas de la KGB que sabía de la mediocridad de los marxistas chilenos, obtuvo de Leonid Breshnev y Alexei Kossigyn, presidente del Consejo de Ministros, el envío de una caravana de barcos con “todo tipo de armamento no-estratégico”, esto es, los más modernos tanques rusos, lanzacohetes, lanzallamas, helicópteros y más, que debían arribar a Chile a mediados del año 1973.
El encargado de la KGB para América Latina, el general Nikolai Leonov, informó que la caravana de barcos mercantes se detuvo recién cuando se supo del asesinato del edecán naval de Allende, el capitán de navío Arturo Araya. Los soviéticos tuvieron el temor que esas armas cayeran en poder del ejército de Chile y a través de él en manos de Estados Unidos. Una buena parte se la envió a Libia y a Perú. Por su parte, el senador Pedro Ibañez denunciaba en el Senado la autorización concedida por Allende a la Unión Soviética para construir muelles e instalaciones para submarinos al sur de Concepción.
No era necesario construir nuevos puertos porque ya existían otros al menos en Talcahuano, un puerto vecino. A poco, el comandante de submarinos chilenos, después almirante y comandante en jefe de la Armada, Jorge Martínez Busch, debió rescatar a un barco soviético que se hundía y de su documentación se dedujo que se trataba de bases para submarinos atómicos.
Chile estaba en camino a convertirse en un objeto de chantaje atómico como el de la crisis de los cohetes en Cuba.
CONVERSACION TELEFONICA
Las cosas se aclararon definitivamente para el Ejército cuando, en el transcurso del “tanquetazo” de 1973 la Inteligencia Militar captó una conversación telefónica entre el general Carlos Prats y la cúpula del MIR.
Al escuchar de los miristas que “hay tanques en el centro de la ciudad, General”, Prats respondió: “Empleen el arma soviética que les he entregado”. Se trataba de poderosos misiles capaces de destrozar de un golpe cualquier tanque.
Ese mensaje fue conocido también por el hasta entonces leal general Augusto Pinochet. Los dados estaban lanzados.
Víctor Farías es catedrático y filósofo chileno, autor de varios libros sobre el gobierno de Salvador Allende y profesor en la Universidad Andrés Bello.
Artículo completo en: http://www.elnuevoherald.com/2013/09/12/v-fullstory/1564617/infiltracion-marxista-en-el-ejercito.html#storylink=cpy
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